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El niño que venció al coronavirus

Luisana Pérez Miguel – mientras titilaba por la fiebre – pensaba sobre lo duro que es luchar contra un monstruo invisible. En su delirio golpeaba el aire con la intención de vencer al virus que lo mantenía en una habitación llena de máquinas ruidosas… golpeaba el aire frenéticamente hasta quedarse rendido.  Cuando volvía en sí miraba con recelo a los doctores y enfermeras que, por su aspecto, parecían astronautas y preguntaba por su mamá. A lo que le respondían: “Por tu condición no puede estar aquí. Pero a las tres de la tarde te hará una vídeo llamada”.  En la clínica se enteró de la muerte de muchos familiares y conocidos, así que en su mente se fijó una idea: inventar un aparato que hiciera visible al enemigo que asolaba a sus seres queridos para vencerlo.  Cuando lo dieron de alta Miguel se metió en su laboratorio y al cabo de unos meses – después del obstinado ensayo y error – inventó unos lentes que hacían visible al monstruo que casi le quita la vida… 
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Las montañas de los poetas

LAS MONTAÑAS DE LOS POETAS A Mermin Valiente Mientras observo al Tiramuto vienen a mi mente montañas latinoamericanas por obra y gracia de sus poetas. A la mayoría de ellas no las he visto ni en postales, pero las he visto desde los ojos de quienes le han prodigado canciones, es decir, las he visto con sus mejores galas.   *El conquistador por más que quiso no pudo borrar las voces que son flor y canto en la blanca Iztaccíhuatl y en el horizonte que surcan aves para hermosear el paisaje. Iztaccíhuatl, a ti llegué por Salvador Pliego una mañana de abril y desde entonces no hago más que admirarte.   *Por Rubén Darío caí en cuenta que en Centroamérica hay un cono gigantesco que se refleja en el armonioso espejo del lago de Managua… su nombre es Momotombo y ha sido proclive a más de una leyenda. Momotombo, te miras en tu lago y se acrecienta el enigma en mi corazón de poeta.   *En la cordillera de la costa venezolana la sonrisa del Ávila enamora a los caraqueñ

Ingentes promesas

El transeúnte miró cuando clavaban en el tronco de un samán un cartel de metal que tenía la siguiente inscripción “CRISTO VUELVE”.  Luisiana Pérez Con el tiempo la inscripción se fue borrando poco a poco a medida que el óxido iba apoderándose del metal. Cierto día, al pasar por el camino que lo conduce hacia su trabajo, miró que de la inscripción no quedaba nada  y recordó al amor que, al igual que Cristo, no volvió… El transeúnte sintió un clavo lacerándole la vida y se conmovió al pensar que el óxido del tiempo puede borrar hasta las más ingentes promesas. Francisco José Aguiar

Personas y personajes

Personas y personajes A Yara Daniela Suárez Por el hecho de que personas y personajes me constituyan a su antojo, me siento con la autoridad de escribir en torno a quienes hacen posible que se mantenga abierto el telón de la vida, ya que suelo confundirlos, equipararlos y mostrarme condescendiente con sus caprichos. Ahora bien, en estas líneas quiero rendirles tributo. Ambos, por regla general, tienen nombres que conforman sus modos de ser. Un autor, con el mismo esmero que los padres ponen al elegir los nombres de sus hijos, es celoso al bautizar a sus personajes. Ernesto Sábato decía que si el personaje que estaba creando debía llamarse Alejandra: Alejandra la llamaba… si la llamase Marta o Ester perdería su rasgo característico, su empuje, su yo vital. Otro aspecto, de suma importancia, es que vienen a representar lo que el destino les deparó. Por ello me detendré un momento en El gran teatro del mundo de Pedro Calderón de la Barca. En esta alegoría El Aut

Malquerencia

Y por más que se le desgañite el corazón, si es que el corazón se puede desgañitar, enmudecer de tanto gritar, de inquietarse a todas horas, no se puede hacer nada si ese alguien a quien van remitidas tales señales de afecto permanece inmutable. Luisana Pérez  Ella, Gladymar, no escucha. Bueno, escucha pero se hace la desentendida. Ya le hemos dicho a Javier que no gaste pólvora en zamuro, pero él sigue haciendo malabares para captar su atención. Hasta se ha metido en cuentas enormes para comprarle regalos costosos. La sortija de oro que le regaló la dejó ahí, ahí en el mostrador. Coño, entiende, nunca te ha querido y nunca te querrá. Asiente con la cabeza, enarca las cejas pobladas que se gasta, y me habla con esa voz lacerada que alguna vez tuve. ¿Por qué no te vas por un tiempo? No hay lumbre que dure hasta la eternidad. Acepta esta plata, paga tus deudas y vete. Pero ni acepta la plata ni me escucha. Juega con la sortija, la hace girar. Lo miro como viéndome a mí mismo

Un canto para los cantores

Un cantor armado con su instrumento, de pie ante el mundo, es uno de los actos más heroicos que pueda registrarse. Dejo esto asentado pues siempre he creído, aunque suene muy rosa, que los cantores redimen a la humanidad.  Daniel Nava Unos terminan en plazas, en parques… y sin embargo, estos aparentes perdedores reivindican la belleza. Otros, se encumbran, son aclamados e inclusive, llegan a ser entes representativos de su época. Pero este canto va dedicado al cantor anónimo y al reconocido, no deja a ninguno afuera.   Pensemos un momento en la divina locura de John Lennon…Lennon imaginó que todo el mundo podía compartir el mundo. Pensemos un momento en Víctor Jara insuflando vida hasta en las cosas yermas. Pensemos en Simón Díaz venerando la tonada.  Conmueve la fuerza frágil de un hombre que canta, pues esa armonía, esa voz, puede trascender las barreras del espacio y del tiempo. Los tiranos pese al poder político, económico y militar desaparecen en un instante.

Estos monstruos de la razón

Estos monstruos de la razón     N ova Cae la tarde y me pongo a pensar en la lucha existente entre la religión y la ciencia. Por un lado están los que desdeñan la teoría evolucionista de Charles Darwin, por el otro, los amantes de la lógica pura, es decir, los que piensan que todo es matematizable. No entienden o no se dan cuenta que son dos aspectos de un mismo fenómeno y en cuanto a la supuesta irreconciabilidad debo enfatizar: sólo es una lucha de poder.           Un dirigente religioso que en sus discursos censura a Darwin, a Aristóteles, a Einstein, es decir, a la ciencia. No debería usar teléfonos celulares, ni automóviles, ni el confort de una casa convenientemente amoblada. Un científico que en sus tratados censura al espíritu no debería enamorarse. Algo imposible pues hasta el científico más recalcitrante se enamora.           A los cristianos les enseñan que sólo en la Biblia está la verdad; a los comunistas, que sólo en el Manifiesto de Marx está la verd